En tierra firme y sin embargo

Servicio de Adquisición Continua de Datos. UTM/CSIC

Servicio de Adquisición Continua de Datos. UTM/CSIC

Durante estos días pasados he estado repasando las fotos realizadas en el GdC durante la última campaña del proyecto CHIANTI, descartando, limpiando, mejorando y preparando la colección que hoy he subido a mi página de Flickr, a la cual se puede acceder a través de este enlace:

Fotos de la campaña de CHIANTI a bordo del B.O. «García del Cid»

Viéndolas recordé que el SdG acababa la campaña el viernes pasado, día 28, así que entré en el sitio www.localizatodo.com, en donde puedes encontrar cualquier barco o avión que tenga activo su sistema AIS, una emisora de VHF que emite periódicamente los datos de navegación; nombre del barco, tipo, dimensiones, velocidad, rumbo, destino, etc. Dicho sistema facilita muchísimo la comunicación entre barcos, necesaria para poder tomar decisiones acertadas sobre cambios de rumbo y velocidad que anulen la posibilidad de un abordaje.

El día 28 el SdG se veía atracado en el puerto de Palermo; hoy no aparece, curiosamente, en la información proporcionada por Localizatodo, pero he ido a mirar en la página de la UTM y ahí sí que se ve, navegando entre Cerdeña y las Baleares, camino del Estrecho de Gibraltar. Su puerto de destino es Vigo, su base operativa. La predicción de AEMET da buena mar hasta el Estrecho. Una vez doblado el Cabo San Vicente, tendrán marejada por la proa, e incluso alguna zona de fuerte marejada. Pero el SdG es un barco grande, de 70 metros de eslora y 15 de manga, y no deberían sufrir demasiado.

Sí, estoy en tierra firme (“marinero en tierra”) y, sin embargo, es imposible olvidarse de la mar y de todos los que andan ahora en sus manos, ya sea en grandes barcos o en pateras, cayucos y candrays que transportan la esperanza de muchos refugiados como si fuera chatarra de desguace.

Buena proa a todos.

Toda una experiencia

Huevos Rellenos, Langostinos a la Plancha, Pulpo Blanco en Vinagreta, Sopa de Pescado y Algas, Bonito Encebollado.

A trancas y barrancas el GdC sigue navegando hacia el oeste, ganando luz vespertina a cambio de perderla de la mañana. Trastabillándonos por las zancadillas que las marejadas se han obstinado en ponernos desde que nos obligaran a refugiarnos en Alicudi, no hemos dejado de acercarnos a nuestra base en Barcelona. Mientras escribo estas líneas, ya sólo tenemos por delante algo más de setenta millas. Mañana amaneceremos en Barcelona, y por la tarde esteremos viajando tierra adentro, hacia el hogar. El otro hogar.

No volveremos al GdC hasta Octubre.

Sin embargo, el barco no se queda solo. Hasta finales de mes continuará a bordo Viña, el segundo de puente, y Sergio, un agregado –estudiante en prácticas: hasta en eso se diferencia la jerga de los marinos- que ha estado a bordo durante este último mes. Después, en Septiembre, permanecerán a bordo los tres tripulantes que no pudieron embarcar para CHIANTI porque cuando se nos propuso alterar los periodos de vacaciones pactados, ellos ya tenían las suyas configuradas. La experiencia de sajar la tripulación ha permitido poder colaborar con el SdG para CHIANTI, pero ha dejado heridas que seguramente cicatrizarán bien… si reciben las atenciones debidas.

En Octubre la tripulación del GdC volverá a estar al completo, lista para realizar las campañas que ya están integradas en el calendario, y otras que pudieran aparecer. El GdC siempre está falto de nuevas propuestas. Por ello es de agradecer que se le ofertara trabajar para el HADES cretense aunque acabara siendo para el CHIANTI italiano; que contaran con el GdC para unas fechas, a pesar de acabaron siendo para otras; que el proyecto comprendiera –estoy seguro- que era imposible retorcer aún más el calendario y mantener al GdC más días de los acordados en aguas italianas. Hace un par de jornadas se recibió a bordo un mensaje del capitán del SdG agradeciendo al GdC la colaboración. Fue muy bien recibido. Los sentimientos, obviamente, eran semejantes en ambos barcos. Ojalá el capitán del SdG tenga razón y el futuro traiga nuevas oportunidades para navegar juntos. Dos barcos civiles de investigación oceanográfica, una bonita estampa.

Pocos minutos antes de que los rumbos de ambos barcos divergieran, el GdC botó una zodiac. La excusa era que Viña hiciera prácticas de patroneo de la embarcación, tan utilizada en muchas campañas. Entonces, ¿Qué hacía yo a bordo? Era el momento ideal para poder fotografiar a los dos hermanos navegando costado con costado. Alguna foto habrá de ellos, atracados en Barcelona o Vigo –yo tengo algunas, de una ocasión en la que nos abarloamos al SdG-. Pero estoy casi seguro de que es la primera vez que se les fotografiaba navegando, trabajando juntos. Pensé que los barcos se iban a acercar lo suficiente como para hacer fotografías en los que la perspectiva no desvirtuara las dimensiones. Incluso había ideado un video en el que la zodiac fuera alcanzada por los dos barcos quedando entre ambos. Pero olvidé que el streamer aún estaba en el agua, y en ese caso la capacidad de maniobra es realmente restringida. Pero fotos, se hicieron. En ellas parece que al GdC se le hubiera irradiado con algún rayo gamma sideral y se hubiera convertido en “García del Hulk” delante del SdG. A ver si la ocasión se vuelve a repetir, esta vez sin aparataje en el agua, y dejamos las cosas claras, que al GdC no le hace falta travesuras focales para tener buena planta.

P.S.: De las tres sandías gigantescas, parte de las cuales pensábamos legar a nuestros descendientes, no han quedado ni las pepitas –sí, tenían pepitas negras, como las de antes-. ¡Qué cosa más buena! No se olviden pedir sandía, la próxima vez que viajen a Sicilia. Toda una experiencia.

Playing sax for the blue whale

Tosta con Mantequilla de Ajo y Jamón, Gambas en Gabardina, Spaguettoni con Butifarra, Sopa de Cocido, Ternasco Asado con Patatas a lo Pobre.

Se fue haciendo más y más pequeño, hasta que al fin la calima del atardecer lo hizo desaparecer. Allá quedó, con sus dos tangones saliendo por las aletas y el streamer marcando su paso como una estela sumergida. Es de suponer que al desaparecer su escolta el SdG lo recogió todo antes de iniciar otra fase de la campaña. Seguramente quedó subsuelo marino por inspeccionar. Una lástima que el GdC tuviera que abandonar la zona de trabajo y poner rumbo a Barcelona, donde debería llegar el día 19. Ya veremos.

Las primeras horas de navegación fueron tan buenas que al llegar a la altura de la isla de Alicudi, del archipiélago de las Eolias, nos habíamos adelantamos siete horas al horario previsto. Ahí acabó nuestra buena suerte. La mar, que poco a poco se había ido engrescando, nos dio tres avisos en forma de tres grandes olas –las tres Marías- que invadieron la proa y recorrieron toda la cubierta como pequeños tsunamis atrapados en un mar cerrado. Después de la tercera, que sonó a último aviso, decidimos virar en redondo y buscar refugio al socaire de una de las islas. Alicudi, redonda como Gran Canaria, pero de sólo 3 km de diámetro, no daba mucho asilo, así que tuvimos que retrasar nuestra posición hasta su hermana, Filicudi, más o menos del mismo tamaño, pero que tiene una pequeña península tras la cual hallamos aguas tranquilas donde quedarnos al pairo, mientras una tormenta eléctrica nos enseñaba al contraluz la silueta escarpada de isla.

Aproveché la calma que nos daba el resguardo de la isla para repasar las fotos que había hecho durante la campaña. Me fijé en las que hice durante la escueta visita de los delfines listados, lamentando que la falta de luz del momento me obligara a forzar al máximo las capacidades de la máquina. Me pregunté qué cámaras y qué prismáticos llevan los integrantes del grupo MMO –Mammal Observers- que van a bordo del SdG durante esta campaña, como en todas las que se utiliza la sísmica, que les permitió ver la variedad de cetáceos que relata Carmen Morant, observadora de Cetáceos contratada a través de la empresa SUBMON para dar servicio de MMO en esta campaña de CHIANTI. Cuenta Carmen que durante las fases iniciales de la campaña tuvieron avistamientos de cachalotes (Physeter macrocephalus), con su característico chorro ladeado; nuestros viejos conocidos delfines listados (Stenella coeruleoalba); delfines de Risso (Grampus griseus), que presentan en sus oscuros lomos los arañazos producidos en sus luchas rituales; delfines mulares (Tursiops truncatus), que pueden llegar a ser tan grandes como los de Risso; e incluso avistaron un zífido, de lejos la familia más difícil de identificar de todas las que pueblan estas aguas. Sin embargo, durante la fase de trabajo con los cañones de aire, no hubo avistamientos. Quizás ese dato refuerce la idea de que los cetáceos tienden a huir de las ondas sísmicas producidas por los cañones. No es de extrañar. Todos los cetáceos utilizan el sonido como fuente principal de emisión y recepción de información, aprovechándose de que las ondas sonoras viajan cinco veces más rápido en el agua que en el aire, y llegan mucho más lejos. Además, viven en un ambiente en el que la luz desaparece en los primeros cientos de metros de profundidad. Los odontocetos –delfines, cachalotes, zífidos, calderones, orcas y marsopas- utilizan un sistema de cliks emitidos a alta frecuencia por los labios fónicos que tienen en el espiráculo, y que utilizan como ecolocación, igual que hacen los murciélagos. Los misticetos utilizan códigos sonoros emitidos a baja frecuencia, muy parecida a la que emiten los cañones de aire de la sísmica, por lo que se ven muy perjudicados cuando están cerca de ellos. Para este proyecto, teniendo en cuenta las especificidades técnicas de la sísmica a utilizar y la densidad de población de las especies presentes en la zona de trabajo, se estipuló que la distancia de seguridad para delfínidos debía ser de 1000 metros, y de 3000 metros para los grandes buceadores, como cachalotes y zífidos. Si es necesario, los MMO recomiendan la paralización de las operaciones hasta que se restablece la distancia de seguridad.

Durante la noche, cuando no es posible los avistamientos, se recurre al PAM (Passive Acoustic Monitoring), escuchas pasivas con hidrófonos multicanal arrastrados cientos de metros detrás del barco, que permiten identificar qué especie de cetáceo está en las proximidades. La supervisión de los MMO no se restringe a trabajos en sísmica. También es necesaria en la instalación de turbinas eólicas marinas, uso de explosivos, sonares tácticos y otras operaciones militares.

Iba leyendo el informe que tan amablemente me proporcionó Carmen Morant y me iba enamorando de esa profesión. Tengo que recordar que, si estoy equivocado y realmente hay otra vida tras esta, haga todo lo posible por convertirme en MMO… Sí, ya sé que en alguna ocasión he dicho que, de haber otra vida, querría ser saxofonista de jazz –al paso que voy con el instrumento, suerte tendré si puedo llegar a tocar un pasodoble en el festival del Hogar del Jubilado-… Pero… ¿no podría ser ambas cosas? Con los 440hz a los que puede vibrar un saxo alto, ¿me podría comunicar con una ballena azul?…

¡Guaaauuu!

Cuestión de confianza

Góndola de Pescado Blanco y Surimi, Revuelto de Setas y Gambas, Ensalada de Tomate y Mozzarella di Bufala, Curry Tekki Masala de Costilla, con Cuscús.

Soy el único a bordo que, debido a la disociación producida en la tripulación por las condiciones en las que se aceptó variar nuestro plan de vacaciones pactado con la Gerencia –tres tripulantes no pudieron cambiarlo, ya tenían comprados billetes, estancias en hoteles, etc.-, está haciendo trabajo doble. Los demás departamentos están constituidos por, al menos, tres personas,; en la cocina, todo lo que normalmente realizaría el ayudante de cocina lo debo hacer yo, incluida la limpieza diaria después de dar la cena. Hacerlo a más de treinta grados, con una humedad ambiental propia de alta mar en verano, te deja los electrolitos del cuerpo como si hubieras hecho una sesión doble de spinning. Por eso hay ocasiones en que, por mucho que me gusta estar en proa al atardecer, con los prismáticos y la cámara, en lo único que puedo pensar es en encerrarme en mi camarote con sus 23ºC de temperatura y una lata de agua de Vichy con aroma a naranja –hay vicios peores-, para dejar que el cuerpo recupere resuello poco a poco. De hecho, yo creo que casi todo el mundo a bordo hace lo mismo, salvo los que están de guardia y Eva y David, que no hay tarde que no jueguen un par de partidas de las Senas, un juego oriundo de Murcia –de donde es David-parecido al Backgammon.

Pero ayer fue diferente.

La mar, que a primera hora de la mañana tenía genio suficiente como para que al estar en proa corrieras el riesgo de recibir algún roción, fue calmándose lentamente a lo largo del día. Mientras limpiaba los mamparos de la cocina podía ver, a través de sus portillos completamente abiertos –primera señal de buen tiempo- que la mar se había calmado completamente. Se había clamado tanto que seguramente podríamos ver nuestro reflejo en su superficie, asomados desde la proa. Así que hice de tripas corazón y al acabar la limpieza me armé con mi set de observador. Nunca se pierde la esperanza de tener un encuentro mágico con los habitantes de la mar y el cielo, y las condiciones de la tarde eran idóneas.

Nada más salir a la cubierta de popa, de la que nace la escalera que lleva a la cubierta superior y a la proa, los vi. Superando la débil estela que formaba el barco, un grupo de una docena de delfines listados –Stenella coeruleoalba, Dauphin blue et blanc (Fr), Striped dolphin (Ing)- nos alcanzaban por la aleta de estribor mientras nadaban indolentemente. No les hacía falta mayor esfuerzo: nuestra velocidad de escolta es de 4.5 nudos, normalmente. Me quedé petrificado, esperando ver si se decidían a acudir a la proa o se acababan alejando, con algunas piruetas propias de esta especie. Los delfines listados, que se encuentran entre los delfines “pequeños” (1,8 – 2,5 metros) son, a veces, cautelosos con los barcos. Forman grupos compactos que esperan el paso del barco, y cuando ya se aleja lo festejan con saltos acrobáticos –son una de las especies más dadas a ese tipo de manifestaciones, al menos de los que son presentes en el Mediterráneo-.

Al comprobar que se iban acercando a la proa, yo hice lo propio, preparando la cámara para disparar con un compromiso entre las condiciones de luz escasa y la necesidad de hacerlo a una velocidad suficiente como para que no salgan borrosas.

Ellos llegaron primero. Me asomé a la proa sin aspavientos y ahí estaban, nadando por delante de la roda, intentando surfear con la ola desplazada por nuestro lento empuje. Como no les daba para mucho, de vez en cuando hacían un brusco giro y se sumergían hasta perderlos de vista. Después se les veía reincorporarse a la formación desde las alas. Con un orden que se diría preestablecido, uno por uno iban pasando a una posición central en la formación, y entonces giraban su cuerpo noventa grados y nos enseñaban su costado engalanado por dibujos listados que parecen tatuajes étnicos –aunque, obviamente, la inspiración fue en sentido contrario-, y su ojo oscuro que nos contemplaba, supongo que con una mezcla de curiosidad, recelo o, quizás, confianza mutua.

No estuvieron mucho rato. Nunca lo están, y menos ante un barco lento como el GdC. Al final, la formación de delfines listados se deshizo como lo hace la de aviones acrobáticos, formando un abanico que se abrió por los dos costados del barco. Y, como hacen a menudo, una vez alejados por la popa, a alguno de ellos le tocó el turno de hacer algunos saltos fuera del agua, no sé si para congratularse de que todos estaban sanos y salvos después de acercarse a los humanos, o como despedida.

La visita efímera de los delfines listados fue un momento mágico, de una belleza que te reconcilia con una campaña que a bordo del GdC se está viviendo, más bien, como un tránsito indefinido, salvo el personal del puente, claro, que es en el que recae la responsabilidad de estar atento a lo que se acerca a nuestro convoy.

Verlos me tranquilizó. Es verdad que el GdC, cuando navega a proa del SdG, lo hace a unas dos millas y media –cuatro, cuando navega a popa de este-, y que probablemente los delfines detectaran el sonido de los cañones de aire, pero no su onda sísmica. También es bastante probable que no se acerquen mucho a dichos cañones cuando están disparando. Quienes tripularon la zodiac que se botó desde el GdC para liberar de los restos de un palangre a la boya amarilla que remata la línea de streamer, dicen que era totalmente perceptible el impacto de la onda sísmica sobre los flotadores de la zodiac. Seguramente todos los animales nadadores procuran ponerse a salvo antes de sufrir daños por el efecto de la sísmica en sus cuerpos. Eso espero. Francamente, y lo digo desde un punto de vista absolutamente personal, me interesa más la salud de la vida marina que saber qué hay a varios kilómetros de profundidad bajo el subsuelo marino, qué fallas y qué fracturas, qué fluidos y en cuánta cantidad. Es cuestión de prioridades, y prerrogativa propia de un cocinillas ignorante como yo que, sin embargo, es consciente que ahora mismo está cocinando, aunque sólo sea de manera tangente, para que esos cañones puedan investigar los misterios del subsuelo marino. Un cocinillas ignorante, sí, pero consciente de que en todos sitios cuecen habas y que, por ejemplo, cuando realizamos estudios relacionados con recursos pesqueros, uno de los métodos más eficaces para recabar información es la pesca con un arte de arrastre, ridículamente pequeño comparado con el que utilizan los grandes arrastreros e incluso los pesqueros que van “al día”, pero arrastre al fin y al cabo, con todo lo que ello significa en cuanto a impacto ambiental.

Confío en que los científicos tengan bien dimensionado el nivel de intrusismo en la Naturaleza para poder estudiarla sin que el daño producido sea mayor que el bien que se persigue. De la misma manera, doy por hecho de que los científicos que embarcan en el GdC confían en el nivel de salubridad e higiene con el que se trabaja en su Fonda, independientemente de que les guste más o menos la vinagreta de turno.

Es cuestión, al fin y al cabo, de mutua confianza.

cronicasgdc.garciadelcid@skyfile.com

Limpiar ensuciando

Ensaladilla Rusa, Merluza a la Plancha, con Espárragos, Gazpacho, Carrillada de Cerdo al Horno, en Salsa Española, con Patatas Parisinas.

Como Acab enredado entre las líneas de los arpones que él mismo había ordenado clavar en el lomo de la ballena blanca, así acabó la boya de uno de los artes de deriva que el SdG ha ido encontrando a su paso. El GdC marcha, durante el día, un par de millas por su proa, avisándole de la presencia de esas trampas que yo creía definitivamente prohibidas, al menos en el Mediterráneo. Quizás sólo estén prohibidas las volantas, redes de deriva de kilómetros de longitud que pescan indiscriminadamente todo tipo de animales marinos, sean de especies comerciales o no, con un impacto ecológico nefasto.

Los artes que ayer obligaron al SdG a cambiar varias veces de rumbo, guiado por las informaciones del GdC, parecían más bien palangres pelágicos, diseñados para capturar peces espada, aunque también capturan tiburones y otros depredadores pelágicos, sea de manera accidental o no, tengan aprovechamiento económico o engrosen la captura de descarte.

Desde que zarpamos de Catania miro por los prismáticos y no veo más que plásticos flotado. Es verdad que no estoy mucho rato observando: después de una mañana en la cocina, sudando a mares, no soporto mucho rato en cubierta con el sol en el zénit. Me impongo una hora de observación, aunque sólo sea porque uno no sabe hasta cuándo disfrutar de la hipnotizadora sensación que proporciona la mar de horizontes llanos, sin costas a la vista. Por las tardes, si las condiciones son favorables, también hago una hora más de observación, mientras la luz permite aún disparos a alta velocidad.

Pero la verdad es que esos disparos se pueden contar con los dedos de una mano, durante estos días de navegación a cuatro nudos. No he visto ni una sola vez señales de cetáceos: ni delfines, ni calderones, ni ballenas, ni cachalotes; ni delante de nuestra roda, ni suficientemente cerca para identificar la especie, ni tan tejos que sólo los resoplidos delatasen su presencia. La observación de aves ha sido casi tan parca como la de cetáceos: un par de pardelas cenicientas –Calonectris diomedea¬- volando aisladamente, el sílvido y el vencejo que se atiborraron de libélulas… Y observaciones de peces, aparte de la del atún aleteando convulsivamente en cubierta, sí he podido ver algunos peces voladores saltando al aire, huyendo de la proa del barco. Son pequeños, algo mayores que una cigarra, y su vuelo es tan efímero y su aterrizaje tan desmadejado como el de ésta. Imposible, por ahora, fotografiarlos: debería leerles la mente para pronosticar el inicio de su aventura aérea.

Los oficiales, que se pasan ocho horas al día mirando hacia el horizonte, sí que refieren dos avistamientos: de unos delfines listados –Stenella coeruleoalba-, y de lo que sospechan que era un cachalote –Physeter macrocephalus- ya que al sumergirse enseñó su aleta caudal.

Lo que si he visto han sido plásticos. Durante algunos periodos de observación en la proa he podido contar una media de un plástico por minuto durante la hora de observación, incluyendo desde trozos del tamaño de una ciruela hasta de un metro cuadrado y botellas de todo tipo; muchos, con signos evidentes de llevar mucho tiempo a la deriva; otros, con el lustre de un barco recién botado. Como es absurdo pensar que los plásticos maniobran buscando el encuentro con barcos, como si fueran delfines curiosos, y dado que el GdC ha cambió de rumbo durante esos periodos, ya fuera por petición del SdG o para comprobar algún objeto que pudiera crear problemas al streamer, sin que disminuyese la frecuencia de esas observaciones, no se puede llegar a otra conclusión de que el área infectada por los plásticas era de varias millas cuadradas. Si no observar apenas vida es ya de por sí suficientemente desazonador, no digamos si encima nos encontramos con semejante presencia de plásticos en aguas alejadas de la costa.

Hay localizadas ciertas regiones en zonas oceánicas profundas, en las que la concentración de plásticos a llegado a generar un mar de ellos de muchos metros de grosor y varios kilómetros de superficie. Es más que probable que existan otros mares de plástico, aún sin descubrir. ¿Cómo vamos a limpiar todo esto? ¿Con detergente?

Fe deErratas: En la entrada del día 1 de Agosto, “Y la nave va”, se dice que uno de los investigadores principales del proyecto HADES es “César Manero”… ¡Ops! Se trata de “César Ranero”, como se ha nombrado correctamente en otras ocasiones.

cronicasgdc.garciadelcid@skyfile.com

Profundizando en CHANTI

Ensalada de Tomate y Mozzarella di Bufala, Encrecot con Patatas Fritas y Salsa Brava, Crema de Champiñones, Suquet de Brótola con Arroz.

Dolencias mal curadas pueden generar recidivas. A veces no hay oportunidad de realizar el tratamiento adecuadamente. Las circunstancias sobrevenidas no permiten más que restañar la herida. Supongo que eso le ocurrió al SdG el otro día en Catania, como le ha pasado al GdC en tantas ocasiones: hay que empezar ya la campaña porque los permisos caducan, los alquileres de la tecnología necesaria prescriben, los científicos convocados no tienen margen para alargar la estancia en la campaña más de lo acordado, la campaña siguiente no permite retrasos…

Ayer estuvimos trabajando, durante algunas horas, “moderados”. Los problemas en uno de los motores auxiliares del SdG –que producen la energía eléctrica necesaria a bordo- se reprodujeron, y hubo que parar la sísmica. Pero no se perdió el tiempo: los técnicos de la UTM aprovecharon para realizar trabajos de mantenimiento en el streamer, solucionando algunos problemas de ruido tras haberse enganchado un palangre de superficie -supongo que los que utilizan para la captura de atunes y peces espada-, cosa no imposible sobre todo de noche, cuando la posibilidad de maniobrarlo depende de si el radar puede detectar las boyas que lo mantienen a flote, a veces no más que pequeños bidones vacíos. Con luz solar el GdC precede al SdG, avisando de todo aquello que pueda interferir en el rumbo asignado por la campaña; durante la noche, la presencia del GdC a proa del SdG es inútil –las boyas de los palangres no llevan ninguna señal lumínica-, por lo que pasa a estar detrás de la boya final del streamer –que lleva instalado un gps para conocer su ubicación exacta-, previniendo la posibilidad de que algún barco pase por encima.

Cuando estuvimos atracados en Catania tuve la oportunidad de pasear –de reptar, más bien- por la cubierta del SdG, entre toda la estructura sobre la que van instalados los streamer y los cañones de aire. Era como moverse entre las tripas de un submarino, con la mía continuamente encogida para pasar por el vano entre bobinas, cajas, mecanos… No deja de maravillarme que con todo ese aparataje, una vez largado por la popa, se pueda descubrir con gran detalle –discriminaciones de un metro- las estructuras de los primeros setecientos metros de profundidad de subsuelo marino –en el caso de la sísmica de reflexión de alta resolución, o SIG, de 150 metros de largo-, o incluso hasta varios kilómetros de profundidad bajo el fondo marino –en el caso de la sísmica de reflexión multicanal Sentinel, de 3 km de largo por la popa (aunque con menos detalle)-. La sísmica de refracción, otro de los métodos utilizados en la investigación geológica, puede llegar a penetrar hasta 100 km bajo el subsuelo marino. La sísmica multicanal –cuya configuración es más compleja que la sísmica de refracción, aunque sus datos son más fácilmente interpretables- se utiliza en sísmica marina y en prospección minera y petrolífera. Una anécdota: cuando estuve paseando por el mercado de Catania compré un queso Povolona, típico de Sicilia (que tiene forma de odre). La persona que me despachó me preguntó de dónde era y si estaba en Catania de vacaciones. Cuando le dije que era tripulante de un barco español de investigación científica me dijo, en tono receloso “¿petróleo, eh?”. “¡No, no… volcani, movimenti sismichi, tsunami…!”, le respondí en italiani. Paradójicamente, pareció tranquilizarse. De pronto, me vino a la memoria Las Palmas… no sé, quizás fue por ser ambas islas volcánicas, o porque en el mercado de pescado encontré viejas, que sólo había visto antes en los mercados canarios…

La foto –una de varias, que con su permiso subiré a la carpeta de la campaña en Flickr-, así como la información técnica sobre el instrumental utilizado en sísmica, me la ha proporcionado Minerva Alegre, de la UTM/CSIC, a la cual estoy muy agradecido porque sin ella y Héctor Sánchez, también de la UTM/CSIC, y sin Internet a bordo, a ver quién era el guapo de adivinar todos esos detalles sobre la tecnología sísmica.

Quizás pueda comunicarme con el equipo de los Mammal Observers embarcado en el SdG para monitorizar la presencia de cetáceos en la zona de trabajo, a fin de protegerlos de los efectos de los cañones de aire –aunque algunas fuentes mantienen que dichos efectos son prácticamente inexistentes-, parando las operaciones si fuera necesario. Por lo visto, es un protocolo normalizado en operaciones de sísmica marina. Creo que podría ser interesante que contaran cómo es su trabajo.

Si tienen alguna duda y curiosidad que preguntar, pueden hacerlo escribiendo –sólo escribiendo, por favor, nada de fotos, videos, canciones, ppt, etc.: no saben uds. lo caro que va el minuto de conexión de datos vía satélite- a la dirección:

cronicasgdc.garciadelcid@skyfile.com

Haré lo posible por responderles.

Giro argumental

Arroz Mozárabe, Lenguado a la Plancha con Guacamole y Nachos, Sopa de Cocido, San Jacobo con ensalada.

Dice un amigo de la UTM, embarcado en el SdG para controlar varias de las sondas que se están utilizando en CHANTI, que “goog seismic, boring seismic”. Los técnicos de la UTM se pueden pasar horas delante de las pantallas controlando que las sondas trabajen según se les solicita, que den datos buenos, sin “ruido” electrónico. Para ellos la mejor guardia es en la que no se presentan incidencias, en las que no se funde ningún circuito, en la que no se pierde la conexión a través del cable del que cuelga instrumental y por el que se transporta, a la vez, la señal electrónica con los datos recogidos por este. De alguna manera, es lo mismo que ocurre con la guardia del personal del Puente o de la Máquina. Quizás no sea cuando hacen gala de su preparación y profesionalidad, pero que les den guardias aburridas y no averías en el peor momento; que les den guardias monótonas y no estaciones nocturnas oceanográficas en medio del dispositivo de tráfico del Estrecho de Gibraltar…

A mí me pasa lo mismo: me encanta ver la mar agitada, el viento ululando entre las antenas del barco, la proa rompiendo la ola en rociones que llegan hasta la magistral, detrás de la cual me parapeto yo, cámara en ristre, intentando plasmar el momento y la emoción para trasladarla a estas páginas y emocionar así a quien las pueda leer, ya que no tiene la suerte de vivir lo que vivo yo. Todo el mundo busca que le cuenten cosas para, de alguna manera, vivirlas también utilizando la imaginación como palanca. Pero a la hora de cocinar, que me den mar en calma, con la ollas sin agarrar con cabitos a las balanceras; que me den invierno en el que en la cocina se está calentito y no a punto de sufrir un golpe de calor como ahora; que me den productos frescos y de calidad y no manzanas medio podridas debajo de la primera capa de manzanas sanas…

Y así, si todo va bien y el trabajo sale de manera satisfactoria hacia el comedor, y el trancazo -que me he cogido a base de cambios térmicos extremos bajo una ropa empapada como sólo los trópicos o el ejercicio aeróbico intenso deberían provocar- mejora suficientemente, uno está en buena disposición, receptivo, para ser testigo de lo que pasa a su alrededor, que es buena parte de lo que hace que ame este trabajo.

He visto, por ejemplo, a Álex utilizar un italiano bastante digno para comunicarse con un pesquerito que estaba largando su red justo en la trayectoria del SdG con su streamer por la popa. Como me he quedado sorprendido por su italiano dicharachero le he preguntado, y me ha respondido que sí, que algo de italiano había estado estudiando al saber que íbamos a navegar por estas aguas. Profesionalidad hecha verbo.

A Pepe le piqué un pelín al decirle “¡Pepe, que el mercado del pescado de Catania está lleno de atunes! ¡A ver si se nota ese arte!” En el fondo, a mi no me gusta que llevemos un curry por la popa mientras no hay actividad científica en cubierta, pero entiendo que a pescadores de toda la vida les haga ilusión cobrar una pieza de vez en cuando, y comer un buen marmitako, o tacos de atún escabechado –el sashimi y el sushi sólo lo apreciamos los “orientalistas” de a bordo-. En eso sí que coincido con ellos, en lo agradable que es comer algo que ha pescado uno… lo cual deja a la vista de mí cierto nivel de hipocresía que soy incapaz de erradicar. Pepe ya avisó que yendo a popa del SdG pocas probabilidades había de pescar, después de haber pasado el streamer y toda la parafernalia electrónica que, está seguro, espanta a los peces. Pero estando a proa del SdG, la cosa cambia: ¡menudo atún pilló ayer! A los diez minutos de pisar la cubierta sus lomos estaban embolsados, dentro de la cámara de congelación. Un drama para el atún; una promesa para la tripulación.

Otro drama, el de las libélulas. Debemos estar atravesando corredores migratorios de varias especies. Durante la tarde de ayer, mientras navegábamos sin costas a la vista, llegó un enjambre de libélulas buscando, como ya hemos visto en otras ocasiones, la jarcia del barco para posarse como gemas de un collar. Pero no llegaron solas; por lo visto, los mismos corredores que utilizan las libélulas los usan también sus depredadores: durante varios minutos un sílvido –quizás un carricero- estuvo poniéndose las botas con solomillo de libélula, y más arriba, volando sin cesar, un vencejo las abatía como una guadaña a través de un campo de trigo.

Quizás las libélulas no tenían previsto el aterrizaje de emergencia en el GdC; tal vez lo único que ocurrió es que se dieron cuenta del chubasco de viento y lluvia que se estaba gestando mucho antes que nosotros. Justo cuando estaba a punto de dar el primer turno de cena, no recuerdo quién me dijo “Félix, tienes que ver esto”. Cuando alguien me interpela así corro a por la cámara y mientras recorro el pasillo hacia la salida a cubierta la voy configurando según lo que preveo me voy a encontrar. Sobre nosotros se estaba formando un chubasco formidable. Ya antes, mientras contemplaba las libélulas, me fijé en el cumulonimbo que se estaba formando a nuestra popa, que crecía y crecía como una coliflor cruzada genéticamente con las judías mágicas. Pero ahora el chubasco estaba plenamente formado: el viento comenzó a soplar de repente como si un lobo pensara que había cerditos a bordo; las nubes corrían de un lado para otro, en aparente desorden, como si fuera a abrirse el cielo de un momento a otro y fuera a caer sobre nosotros la maldición de un dios humillado o la ira de unos alienígenas psicóticos; las olas crecieron en minutos hasta obligar a cerrar los portillos, mientras el barco escoraba perceptiblemente vencido por la fuerza del viento, y goterones como lágrimas de cocodrilo baldeaban las cubiertas y a quien se quedó a ver el espectáculo –como un servidor, claro-. El SdG casi desapareció de nuestra vista.

Hay días aburridos; otros, en cambio, son muy entretenidos: giros argumentales que te hacen esperar el próximo capítulo mientras maldices lo retorcido que son los guionistas.

El guardaespaldas

Tortellini di Formaggio al Pesto, Chuletitas de Ternasco con Patatas, Gazpacho, Pulpo a Feira.

Descargo las fotos almacenadas en la tarjeta de memoria durante los últimos dos días, descarto las que no merecen ser guardadas, paso de formato RAW a JPEG las que preselecciono como candidatas para ilustrar estas crónicas…

Apenas he tardado unos minutos. Durante las cuatro horas de observación acumuladas en dos días de navegación no he conseguido más que cinco fotos. Dos días con el SdG por la proa, a unas cuatro millas de nosotros. Dos días siguiéndole, a una distancia de seguridad de la boya en el extremo del streamer de cinco km de longitud, y todo lo que he conseguido es alguna foto del SdC en la que se ve, confundida con el oleaje, la boya de final del streamer, y un par de fotos del ocaso.

Durante las cuatro horas de observación no he visto más que un par de pardelas cenicientas… y nada más: ni cetáceos, ni peces, ni otras aves, ni barcos… Pregunto en el puente si ellos han visto algo digno de ser consignado, ser vivos, naturaleza muerta… nada. Pregunto si hemos tenido que maniobrar para interceptar a algún barco que fuera a cruzar la línea imaginaria que une al SdG y al GdC… nada; que si hemos tenido que mandar el mensaje preparado en el que se avisa a cualquier barco que no debe cruzar esa línea imaginaria bajo la cual, entere diez y quince metros de profundidad, se encuentra el streamer con los hidrófonos y los cañones de aire… nada.

Pero nosotros seguimos ahí, aproximadamente a cuatro millas del SdG, como un perro pastor detrás del rebaño. Acostumbrados como estamos a cotillear por el laboratorio, echando un vistazo de cuando en cuando a las pantallas donde se reflejan las señales que los hidrófonos captan del subsuelo marino cuando impacta en él la onda de choque producida por los cañones de aire.

En el paroxismo de la inquisición por recabar datos, intento sustituir las conversaciones de café que se dan con cotidianidad a bordo del GdC con los técnicos y científicos, de donde saco la información que después intento plasmar aquí, con correos electrónicos dirigidos a esos mismos técnicos, a ver si me aclaran varias dudas que tengo sobre el funcionamiento de la tecnología usada en este proyecto.

Algunas cosas que sí sé sobre esta campaña:

Uno:

La campaña ha pasado de realizarse en aguas del Mar Egeo, como parte del proyecto HADES, a realizarse en aguas del Mar Jónico, dentro del proyecto CHANTI (Calabrian Arc Hazards in Ionian and Thyrrenian Seas). Este cambio fue provocado por las dificultades en conseguir los permisos pertinentes para trabajar en unas aguas cuya territorialidad provoca, además, un conflicto permanente entre el Estado griego y el turco. Hay que reconocer que la habilidad para reconfigurar la campaña y aprovechar las sinergias, la coyuntura y los medios movilizados es digno de alabanza… tanto como la imaginación del que ideó el acrónimo: no hay nada como una buena copa de vino para sobreponerse a los riegos y peligros que acechan bajo las aguas de estos mares milenarios.

Dos:

El proyecto CHANTI, del cual esta es su segunda campaña, se enmarca dentro proyecto ZIP, liderado por 14 universidades y centros de investigación pertenecientes a diez países de la UE, incluida España, que trata de descifrar la naturaleza de la relación entre placas implicadas en fenómenos de subducción. El proyecto HADES también pertenece al ámbito de dicho proyecto ZIP.

Tres:

El objetivo de la segunda campaña de CHANTI es realizar varios transectos recopilando datos de la sísmica de multicanal de gran penetración –estos son los cañones de aire y los hidrófonos del streamer cuya integridad vigilamos día y noche-, junto con los del perfilador de sedimentos, los de la batimetría multihaz y los de las muestras de sedimento recogidas mediante cores de gravedad. Además, se han fondeado doce OBMT –Ocean Bottom Magnetotelluric- que registran las anomalías que se puedan dar en el subsuelo, tales como presencias de fluidos, etc. Como se puede ver, no falta de nada, o sea, que se va con todo.

Cuatro:

CHANTI pretende, en definitiva, investigar la relación entre la tectónica, el magmatismo y la dinámica de sedimentos, y su influencia en los geo-riesgos –grandes terremotos, deslizamientos de laderas de volcanes submarinos, erupciones volcánicas y tsunamis, etc.- en el área tectónicamente activa del Sistema del Arco Calabriano.

Como es fácilmente apreciable, es un proyecto de gran envergadura, cuyos resultados pueden ser de gran importancia para un gran abanico de intereses.

Y el GdC y su tripulación tienen el honor de formar parte de él aunque sólo sea protegiendo, hasta con nuestro casco si fuera necesario, la integridad del streamer. (Aquí iría muy bien la musiquilla de la película “El guardaespaldas”, pero no pago suficiente a mi servidor como para introducir bandas sonoras en las entradas del blog). Estamos muy agradecidos: el aburrimiento en Barcelona estaba tomando dimensiones descomunales.

Noticia de alcance:

Justo mientras cerraba esta crónica, se ha producido un hecho de importancia relevante: Hasta ahora el GdC navegaba a popa del SdG; ahora lo hacemos a proa… Continuaré informando.

¡No sabes nada, cocinillas!

Crema de Calabacín y Mascarpone, Pechuga de Pollo a la Plancha con Ensalada de Endibias y Cabrales, Menestra de Verduras, Tempura de Jurel y Gambitas, con Tomate Siciliano

Si algo he aprendido en estos veintitrés años navegando es que no hay que hacer planes nunca, nunca, nunca, a menos que uno esté dispuesto a contemplar, impertérrito, cómo esos planes se desvanecen como lo hacía el Sr. Spok, acuclillado sobre la plataforma del teletransportador del Enterprise.

También he aprendido –de hecho, he aprendido muchas cosas gracias a mi embarque en el GdC, a mi pesada tendencia a preguntar y a escribirlo en estas crónicas- que nunca, jamás, hay que dar las cosas por
sobreentendidas, por más que literariamente se le pueda sacar provecho a dicha táctica. Por ejemplo, de lo anterior se podría pensar que la insoportable levedad de los planes es una cosa intrínsecamente negativa y, sin embargo, nada más lejos de la realidad, o sea, que los planes no lleguen a término a veces será malo, y otras, bueno.

Llegamos ayer a Catania convencidos de que sería una estancia de horas. En principio, el B.O. “Sarmiento de Gamboa”, al que vamos a apoyar durante diez, tenía previsto hacerse a la mar a las seis de la tarde. Por lo tanto, nosotros no podíamos tardar mucho más en zarpar para ponernos a proa de su rumbo, como si fuéramos ese guardaespaldas que precede al cliente –sí, una paradoja- quitándole de encima a la prensa, a los admiradores o a los ultrajados de puño veloz.

Pero algo se debió romper en las entrañas del SdG que no le permitió zarpar según el plan, así que la tripulación del GdC ha tenido a su disposición casi treinta horas para descubrir lo que cada uno haya tenido a bien indagar. En mi caso:

Uno:

Por primera vez entre todas las ocasiones que he tenido que gestionar provisiones en el extranjero, a través de un consignatario, el provisionista se ha presentado a bordo a la hora convenida, con la provisión lista para entregar, y sin diferencias dignas de destacar sobre lo que se le había pedido salvo, quizás, el tamaño descomunal de las sandías –parecen obuses de los cañones de Navarone-, de las que comeremos hasta llegar a Barcelona, comerán nuestros compañeros que nos releven durante el mes de Septiembre, y que podremos añadir a nuestro testamento como legado a las futuras generaciones. Por todo ello, no sé si debería poner un cirio de agradecimiento a los dioses a los que me encomendé el otro día… ¡uf, no, qué pereza! Los descreídos somos así de desagradecidos.

Dos:

En Catania, las carreteras que no llevan a ninguna parte sí que llevan a alguna parte: a una jauría de perros enormes, apestados de garrapatas y, visto lo visto, de muy malas pulgas. Cuando los ciclistas debemos bajarnos de la bici y utilizarla de parapeto mientras hacemos por ladrar más alto en un intento de demostrar que somos machos alfa –aunque nuestra vestimenta de polichinela con pañales sobrecargados debajo del culote parezca decir lo contrario-, es que nos hemos equivocado de camino.

Tres:

El mercado de la Pescheria de Catania es el eslabón perdido entre el mercado de pescado de Bizerta, en el que toneladas de tilapias y otros pescados se amontonan en el suelo formando un cono inestable como si fuera de carbón vegetal, y de los cuales imploras que el vendedor escoja los que se hallan en el ápice del cono –a pesar de las moscas- y, pongamos por caso, el de la Boquería de Barcelona, donde cuesta creer que el cometido de las pescateras sea el de vender el pescado, y no crear bodegones atractivos para los turistas y sus smartphones. En el mercado de la Pescheria, a las ocho de la mañana, los pescateros –no vi ni una sola mujer vendiendo pescado, ni sentada en los cafés de los contornos- destripan y descabezan atunes, peces espadas y chernas a docenas, que venden a precios muy parecidos a los de la España septentrional. Aunque hay puestos adecentados, abunda más el pescado en cubos de plástico y cajas desvencijadas. Una sorpresa: en estas aguas hay viejas, un pescado que sólo había visto –y comido- en las Canarias… claro que las rocas del litoral de Catania son tan negras y volcánicas como las Canarias.

Cuatro:

Por lo visto, las mafias sicilianas siguen controlando a su antojo los servicios de limpieza urbana y recogida de residuos. Salvo en el centro más turístico –y sólo de manera somera-, da la sensación de que hace años que no se pasa una escoba por las calles de Catania, ni se repara el adoquinado de apariencia basáltica que aún persiste en buena parte del callejero y que hace de la circulación en bicicleta una actividad suicida, junto con los raíles de tranvía, los socavones de los registros y demás obstáculos más o menos ocultos. Ya fuera de la ciudad, en las cunetas de las carreteras que salen de Catania se acumula la porquería como si al conductor del camión de la basura le hubiera dado un brote psicótico y hubiera accionado el vaciado del volquete en su recorrido hacia los vertederos –que deben estar, seguro, vacíos-. Por eso, hallar en medio de semejante paisaje un cementerio donde se hallan los restos de dos mil soldados británicos muertos en tierras sicilianas durante la II Guerra Mundial, en un prado recién segado, fue como hallar un oasis en medio del Teneré, y el paso regular de los aviones con sus ruedas ya a la vista ante el inminente aterrizaje, no desmereció la paz de la que disfruté durante unos momentos, antes de emprender mi primera batalla contra los canes endemoniados.

Hemos zarpado después de comer, siguiendo la estela del SdG. Si todo va bien mañana comenzaremos con nuestra labor de policía, navegando por aguas jónicas, frente a Calabria y la costa oriental siciliana. Cuando acabemos, navegaremos directamente hacia Barcelona, sin tocar más puertos.

¡Me han quedado tantas cosas que descubrir de Catania, bella decadente!

¡No sabes nada, cocinillas!