EL GdC BOSTEZA

Langostinos Cocidos, Dorada al Horno, Tortilla de Patatas

Recorro el muelle desde la pasarela del barco hasta el otro extremo de la dársena, justo enfrente, buscando una última imagen del GdC antes de que todos nos alejemos hacia nuestras casas. Paso junto a cruceros privados con los que se podría montar un dispositivo de salvamento para reducir drásticamente el número de cuerpos que yacen en el fondo marino en el eje longitudinal mediterráneo, pero que lo que hacen es esperar la llegada del potentado de turno, con la tripulación uniformada en el muelle, como en los viejos tiempos que brillan ahora como nuevos. Zigzagueo con la bicicleta entre la miríada de turistas atraídos por una miel que para otros es amarga, puestos de zapatillas, de imanes, de gafas de sol, de palos para selfies. Es lo que ofrece la UE, es su política global: encerrar a las personas que huyen de las guerras en prisiones-estado, islas-prisiones, mares-fosa común; o convertirlas en vendedores ambulantes, en peones  de la tierra,  en contratados-basura, siempre bajo la amenaza de expulsión de esta Shangri-La de cartón piedra. Paso junto a restaurantes cool, flanqueados por coches cool aparcados invadiendo el espacio público, donde gente guapa y conjuntada brinda por el éxito de la crisis global que tantas alegrías ha traído al clan.

Consigo la foto empinándome sobre vallas y rejas y vuelvo a bordo. Me encuentro el barco como si fuera una nave abandonada en el cosmos, con las estancias vacías ante la diáspora en una noche de verano. Mañana será definitiva: cada uno volverá a su hogar, y alguno abandonará su otro hogar. Lo digo así porque nunca me he atrevido a preguntar a mis compañeros si también lo perciben como yo, que el GdC es el otro hogar, para lo bueno y para lo malo. Temo que me cataloguen como “tío raro”, aunque en el fondo lo sea y lo sepan desde hace tiempo. Pero, sobre todo, temo que nieguen a la familia del GdC. Harían que me sintiera huérfano.

Los científicos y técnicos terminaron con la descarga ayer de todo el material científico y, sobre todo, las muestras de los últimos días (se descargaron muestras en cada una de las paradas de aprovisionamiento realizadas a lo largo de la campaña. Hicimos una foto de familia. No estábamos todos, sólo los del último tramo, pero estoy seguro que todos se sienten representados en esa foto.

Teníamos previsto llegar a las ocho de la mañana del miércoles, pero cuando me levanté no vi las tres chimeneas de la térmica, ni el hotel vela de Barcelona. Estábamos en la zona del cañón de Palamós. Hicimos tres bongos más, a sumar a los ciento y pico que habíamos hecho durante los cuarenta días anteriores, junto con otros tantos lances con la red Mocness y el patín Neuston, y varios muestreos con la red mesopelágica -la «Verda»-. Todos a bordo estamos seguros del valor de esas últimas muestras, que excusa los cambios  provocados en la organización de la Fonda y de todo el barco, realizados a matacaballo ante esas decisiones de última hora.

Ahora sólo nos queda esperar. Últimas noticias confirman que en Otoño tendremos, al menos, dos campañas.

Así que hay vida tras las vacaciones.