PUBLIRREPORTAJE***

Foto: Benito**

Foto: Benito**

Foto: Vicente**

Foto: Vicente**

Foto: Benito**

Foto: Benito**

Sólo los marinos más enamorados de su profesión se resisten a entrar en puerto salvo que sea imprescindible.
Únicamente los lobos de mar aguantan las ceñidas más radicales, capean los mayores temporales y continúan navegando, más allá de los rugientes Cuarenta, bien alejados de la costa.
Y por ello, son esos barcos los que más cuidados precisan, para estar siempre a la altura de las expectativas de sus capitanes.
Ahora, ello es más fácil gracias a Metallic Skin’s Regenerator®.
Con el tratamiento Metallic Skin’s Regenerator®, después de haber aplicado el  método MIERT® (Miraculous Integral Entrails Resetting Treatment), conseguirá que su barco vuelva a tener la lozanía y prestancia que se merece, listo para emprender nuevas aventuras por los siete mares.*
Metallic Skin’s Regenerator® consiste en una cadena de actuaciones, debidamente protocolizadas, encaminadas a conseguir que el casco de su barco no guarde memoria de las incontables singladuras que ha recorrido y de los efectos perniciosos que éstas han dejado en él. Es un viaje en el tiempo para que ud. vuelva a tener la sensación de que comanda un barco recién alumbrado en el astillero.
Para ello, Metallic Skin’s Regenerator® comienza con un tratamiento exfoliante realizado con exclusivo instrumental, diseñado específicamente, como el WPJ® (Water Press Jet) y el MBS® (Manual Brush Sweeping), con el que se consigue extraer todas aquellas impurezas que el estrés y las agresiones ambientales provocan en el forro del barco.
A continuación, Metallic Skin’s Regenerator® aplica generosas capas IASMR® (Incredible Anti Stretch Marks Reducer), sustancias anti-estrías que recuperan la tersidad del casco.
Finalmente, con SIM® (Splendorous Indissoluble Makeup), su buque estará preparado para reintegrarse a su medio natural, acicalado y ataviado con sus mejores galas, listo como para asistir a su propia botadura.
Metallic Skin’s Renegerator®, el mejor amigo del marino vanidoso. Disponible sólo en los mejores astilleros.
*“Los siete mares” es un término estimativo. Metallic Skin’s Regenerator® no responde del número de mares que el barco pueda navegar tras su aplicación.
**La inclusión de las fotografías no supone contraprestación monetaria alguna a sus autores. Metallic Skin’s Regenerator® agradece a los autores la cesión de los derechos de las fotos.
***Ya se me perdonará, pero es que quiero adquirir un teleobjetivo nuevo –que vale un potosí-, y de algún sitio he de sacar el dinero. Gracias por las ingentes muestras de apoyo.

¡UN PAÑOL NO ES UN TRASTERO!

Regurgitación del pañol de proa

Regurgitación del pañol de proa. Foto: Benito,  del GdC

Visto así, cualquiera diría que un pañol es un trastero, ese lugar que todos necesitamos, del tamaño de una caja de zapatos o de un loft de lujo en Manhattan, para arrinconar todo aquello que de pronto nos molesta, ocupando un espacio a nuestro alrededor que  nos es ansiosamente necesario. Con los recuerdos, las emociones y los sentimientos pasa lo mismo, que a veces molestan, abochornan, estenosan, y entonces los arrojamos por encima del hombro al subsonsciente, como si desde allí no fueran a perturbarnos, que lo hacen y más si cabe… aunque no seamos, claro, conscientes.
Un pañol no es, en absoluto, un trastero. ¡Ay del contramaestre que caiga en la tentación de verlo como tal! Un pañol es “cada uno de los compartimientos que se hacen en diversos lugares del buque para guardar víveres, municiones, pertrechos, herramientas, etc” (DRAE dixit). ¡Nada de amontonar desordenadamente, una cosa encima de la otra, dejándolo todo al retortero!
Siempre me sorprende lo poco que tarda el contramaestre en encontrar esa piececilla que me va de fábula para acoplar la cámara Gopro a la pértiga, o cualquier otra cosa que le piden, a menudo con crítica urgencia, los técnicos y científicos embarcados en el GdC, y el orden que observo en la estiba de los botes de pintura, la cabullería y los pertrechos de todo tipo, tanto en el pañol de proa como en el de popa, cuando –con su permiso- bajo a dichos compartimentos.
Pero todo ese orden desaparece cuando hay que vaciar el pañol para realizar el mantenimiento del espacio, picando, miniando y pintando los mamparos y demás estructuras metálicas. ¿Volverán las cosas a su orden establecido, o será ese, el reintegrarlo, uno de los primeros trabajos del contramaestre cuando volvamos a embarcar?
Veremos… y oiremos sus improperios.

VARADERO O VARADERO

Foto: Vicente, del GdC

Foto: Vicente, del GdC

Foto: Vicente, del GdC

Foto: Vicente, del GdC

Foto: Benito, del GdC

Foto: Benito, del GdC

Foto: Benito, del GdC

Foto: Benito, del GdC

El futuro inmediato del GdC depende, aparentemente, de la utilización o no de una tecla específica del teclado del ordenador.
Si hace unos segundos hubiera pulsado la tecla ↑, el GdC estaría ahora a casi siete mil kilómetros del lugar en el que se encuentra en realidad, y probablemente la tripulación no se quejaría mucho si tuviera que volar nueve horas para embarcar, y tuviera que pasar algunos días en tierra firme, esperando la finalización de los trabajos de los talleres, como suele ser habitual, pero esta vez nadando entre delfines y tomando mojitos sobre una hamaca playera.
Pero el barco no está en Varadero, sino en varadero, en Marín, con su tripa enmohecida secándose al sol. Benito y Vicente, primer maquinista y Jefe de Máquinas del GdC respectivamente, me envían fotos del barco montado sobre los raíles con los que es sacado fuera del agua. En ellas se aprecia perfectamente cómo la vida se había apoderado de la obra viva –parte sumergida- del casco, sobre todo durante los tres meses de inactividad en el puerto de Las Palmas. Las algas y el caracolillo colonizan la zona sumergida del barco a pesar de su imprimación con patente, una pintura especial que lleva aditivos para evitar que se desarrollen esas adherencias. Hasta un nudo -1.85 km/h- puede ralentizar la marcha del barco esas incrustaciones.
Ignoro si el GdC estará a tiempo para el día 24, que es cuando se supone que deberíamos embarcar con rumbo, una vez más, desconocido. Después de estos días de vacaciones, que en mi caso he pasado en el campo, lejos del olor a incienso y a cirio ardiendo, de los lamentos impregnados de paroxismo y de una imaginería barroca exaltadora del dolor y la pasión, quizás debamos llevar el barco a su base natural, en Barcelona, junto al Maremagnum, o tal vez debamos volver a Canarias, a comprobar cómo han quedado las cicatrices que la prospección petrolífera ha dejado en el fondo marino.
Mientras esperamos confirmación de nuestro próximo destino, dejo aquí el enlace para ver algunas fotos realizadas en Las Palmas, entrando en su puerto o paseando por sus calles:
https://www.flickr.com/photos/van_rap/sets/72157649499713064/