CORTANDO AMARRAS

Cada uno ha cortado amarras y ha zarpado hasta su puerto base personal cuando ha podido. La mayoría lo hizo el viernes, con nocturnidad y sin alevosía… con muchas ganas, seguro.

Yo me he quedado hasta hoy. Tenía que reunirme con la gerencia operativa del buque. Podía hacerlo a la vuelta de vacaciones, a mediados de Mayo, o quedarme el fin de semana en Barcelona y reunirme hoy… hay cosas que no pueden esperar.

No tenía nada que hacer, así que he leido mucho. En el número de este mes de la revista Quercus un artículo de Alejandro Martínez Abraín titulado Evolución  pinball habla de como la naturaleza puede estar indefinidamente estática, sin admitir cambios, mientras las cosas vayan bien, y que sólo cuando algún cambio ambiental hace que sea necesario un cambio en la especie  se activa ese 98% de ADN que hasta hace poco se consideraba basura. Ese ADN son, en realidad, transposones, virus y retrovirus que nos parasitaron en el pasado, y que hacen que los cambios evolutivos sean mucho más ágiles.

No he podido evitar el pensar sobre ello, aplicando esa filosofía de los transposones a la vida a bordo. Durante mucho tiempo se respira paz y tranquilidad, pero antes o después las cosas cambian y se produce una reacción en cadena, entrando en juego virus ancestrales que hacen que cambien los comportamientos, evolucionando para mejorar las expectativas de supervivencia.

El fulminante puede ser ambiental, endógeno o, como en este caso, ecológico: la lucha contra quienes quieren hacerse con el nicho ecológico, como lo hacen las plantas para evitar que otras les quiten su cuota vital de luz solar. Suelen ser luchas sordas, donde la física y la química alimentan los arsenales de cada contrincante. Es una lucha sin fin que no acaba mientras la comunidad esté formada por los mismos miembros.

Como ocurre con el fuego en las tierras mediterráneas, como sucede en todo el cosmos, el caos, la entropía, es productiva. Veremos qué produce esta vez.

El barco ha quedado, al fin, en silencio, sólo habitado por la persona que lo cuida y lo protege como si fuera una más de la tripulación. Y así estará hasta que volvamos a embarcar a mediados de Mayo. Las reparaciones que parecían tan urgentes tras el desastre de Palamós pueden esperar, al parecer, hasta que el barco entre en varadero a finales de año, para el mantenimiento anual.

Mientras, habrá que ir pintando el forro cada dos por tres para ocultar el moratón, y pasar revisiones periódicas para revalidar el permiso para navegar.

Todo controlado, pues… ¡cortaaando amarraaasss!