CATANDO AL OCÉANO

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AIRE FRESCO POR LA PROA

Acelgas aliñadas con Ajo y Pimentón,  Boquerones con Pimientos del Padrón,  Ensalada de Hojas,  Entrecotte a la Plancha

Los que se asomen por primera vez a este blog quizás se extrañen de que esta entrada se inicie con un menú.  Los que lo hayan seguido en temporadas anteriores sabrán que eso es,  en realidad,  lo usual,  y si durante estos días sólo han entrado para ver la foto, se habrán extrañado de no verlo como siempre,  en cursiva al inicio de la entrada.

Pero es que hoy, al fin, la cocina ha podido activarse al 100%. Hoy se ha oído de nuevo el chac-chac-chac del cuchillo picando verduras,  entremezclado con la música que salía de la radio y con la sinfonía de sonidos generados por hordas de operarios que todavía hoy trajinaban por todos los rincones del barco.

Pero ya estamos cerca. Hoy el GdC ha podido salir a la ría para probar todo lo probable. Ha salido sin mí porque tenía que ir a comprar platos, cuchillos y un escachador de ajos… cocinero para todo…

Vale, no he catado el océano, pero que nadie lo dude: me pienso hartar.

QUIZÁS MAÑANA

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Un momento de relax en medio de la locura

¿Quién lo diría, verdad? Viendo al capitán, al jefe de Máquinas y al primer maquinista así, con poses distendidas, semblantes sonrientes, como si estuvieran dejando pasar el tiempo entre relojes que cuentan presiones,  volúmenes, tensiones…

No parece que vivan bajo ninguna tensión, que estén al límite de sus capacidades, que la coyuntura les presione.

Parecen,  más bien,  jubilados anticipados, rentistas con el riñón cubierto,  ociosos por vocación.

Pero es sólo una ilusión. Instantes antes ellos y varios mecánicos de los talleres del puerto se arremolinaban en torno a cierta pieza de la máquina principal -como si estuvieran en plena lección de anatomía-, no sé si una tramasonda, un implector, un firulillo o un cextrigador -maldito cextrigador-, intentando una y otra vez que la sirena que salta cuando se arranca el motor -idéntica a la que suena cuando el carrusel de caballitos de cartón comienza a girar-, lo haga también cuando se apaga.

Así que llevamos horas oyendo cada cinco minutos arrancar el carrusel, con la esperanza que,  esta vez sí, suene de nuevo al cabo de unos segundos. Pero no hay manera.

Así pasamos el día, en una feria con una sóla atracción que encima no nos gusta, porque nosotros, lo que querríamos, es montar en las barquitas que cruzan mares imaginados y llegan a islas mágicas sobre cielos con estrellas que se pueden tocar con la mano.

A lo mejor mañana.

PACIENCIA Y SANGRE FRÍA

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Expectación ante el prototipo

La cosa avanza,  pero a trompicones,  como si al proyecto «zarpemos de una puñetera vez» le hubieran echado una dosis discreta de agua en el depósito de combustible,  y su motor renqueara por ello.

El área de Cubierta funciona ya al 90%. Sólo le falta pequeños detalles, y uno más grande: baldear la cubierta, en la que cuesta descubrir el trabajo de chorreo y pintado que han realizado en el astillero estando como está bajo una generosa capa de suciedad, acumulada mientras los trabajos de los talleres continuaban.

La Fonda funciona al… 5%: ya tenemos la gambuza y las cámaras abarrotadas de víveres -ayer nos pasamos el día embarcándolos y estibándolos-, y la cocina limpia, peeero… hay una avería en la fontanería que imposibilita trabajar en las debidas condiciones. Esperamos que mañana esté solucionado y la Fonda pase del 5% al 100%, que es como nos gusta estar.

Los de la Máquina lo tienen peor.  Ayer deberíamos haber salido a la ría para probarla pero fue imposible: todavía quedan comprobaciones y ajustes pendientes sin los cuales el barco no puede arrancar.

Por las consolas del Puente aún se ven cables sin destino u origen, cosa nada buena,  y la Red no funciona (no red,  no internet) -de ahí las subidas a este blog a caballo de mi dispositivo android-.

En, definitiva,  que el GdC mejora, pero todavía está convaleciente y debe guardar cama.

Esta mañana estamos probando la zodiac a la que se le ha cambiado el motor. Alguien pensó que por un poco más de dinero, ¿por qué no instalarle un pepino 4T de 40 CV?… La primera prueba ha sido inquietante. Habrá que tener el pulso fino y y sangre fría, o el problema será más grave que ir a trompicones.

En definitiva, que al GdC le han dado el alta hospitalaria,  pero no el alta laboral. Paciencia y sangre fría.

TRATANDO CON LA TRADICIÓN

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El GdC, llevado de la manita hacia su atraque

De verdad,  la tradición está sobrevalorada.

Justificar el arponeo de una res hasta matarla -tras acosarla en un via crucis medieval- diciendo que hay que respetar la tradición…

Paralizar el tráfico rodado y la libre circulación de los viandantes durante varios días,  para que imágenes terroríficas, propias de pesadillas nocturnas, sean paseadas al son de quejidos y cornetas, utilizando como excusa el ritmo machacante de la tradición…

Tradiciones que traicionan la civilización…

Siguiendo la tradición,  llegamos a bordo pero el barco no está ni de lejos en condiciones de salir a navegar,  aunque sólo sea para probar que la máquina funciona,  que la hélice gira,  que el timón cae a las bandas. Hormiguitas azules de manos tiznadas trajinan apresurados por las cubiertas y los entresijos del GdC, rematando faenas a destajo. Los tripulantes hacen lo que pueden, cada uno en su cometido, sorteando hierros, cables y cabos como lo hace el salmón al querer remontar la corriente sorteando fauces y zarpas. La cocina está por ahí,  en alguna cota bajo toneladas de polvo de diferentes naturalezas,  dormida como los cimientos sumergidos de la Atlántida…

La jornada acaba con el traslado del barco desde el pantalán del astillero hasta el muelle más cercano, apenas cien metros de singladura, llevado de la mano de dos remolcadores como harían dos nietos ayudando al abuelo a llegar hasta el banco calentado por el sol de la tarde.

Somos conscientes de que,  como en tantas ocasiones en el pasado,  llegará el momento de largar amarras,  salir al océano y sentirnos libres y rejuvenecidos, briosos y juguetones con las olas y el viento, con las aves marinas y los delfines -quizás ese momento llegue antes del próximo martes-…

Pero insisto: la tradición está, definitiva y fatalmente, sobrevalorada.

VÉRTIGO

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Hace tanto tiempo que no añado una nueva pieza a estas crónicas -seis meses-, que he preferido hacerlo desde el móvil,  aprovechando que el pequeño androide verde es tan espabilado, y no tener que enfrentarme al escritorio de WordPress,  con todas sus teclas y opciones.

Desde algún punto entre Miranda de Ebro y Burgos,  sin haber llegado ni a la mitad del viaje desde Zaragoza a Vigo en ferrocarril, yendo a velocidad pre AVE, vuelvo a enfrentarme a la pregunta que me ha estado martilleando durante estos meses como la gota de un grifo mal cerrado, ahogando cualquier oportunidad de conciliar el sueño: ¿cómo no fui capaz de escribir nada en todo este tiempo?

Soy consciente de que podría haber explicado que el GdC colaboró con los trabajos de homologación del submarino ICTINEU 3, el submarino catalán capaz de sumergirse hasta los 1200 metros (noveno en el ranking mundial). Pero nuestra colaboración se limitó a permanecer en nuestro atraque en Barcelona, preparados por si se nos necesitaba en su rescate durante las inmersiones de homologación que realizó en aguas marsellesas, durante el otoño pasado. Afortunadamente, no fuimos necesarios ya que las inmersiones fueron un éxito,  y en este caso la máxima «no news, good news» era más veraz que nunca, aun a costa de que significase el silencio del blog.

El GdC salió con alumnos del máster en Oceanografía de la Universidad de Barcelona.  También podría haber escrito algo al respecto… o sobre la salida para recuperar un fondo perdido lo más profundo de los cañones de Palamós… o… no, sobre la campaña del proyecto DEEPVISION,  de la doctora Montse Demestres no pude escribir porque no estaba a bordo por motivos felizmente dejados atrás. También es cierto que entre la pérdida de redes y el mal tiempo imperante la campaña quedó en nada,  siendo más que probable que se vuelva a realizar en otoño.

En el fondo,  sé cuál es la respuesta: no escribí durante estos meses porque caí en una balsa de arenas movedizas. Veía pasar los días a mi lado sin poder agarrarme a ellos para que me arrancaran de la succión de ese pozo de atonía y laxitud.

Tras esta confesión la siguiente pregunta es obvia: ¿a qué me he agarrado,  pues,  para salir del trance? Sobre todo,  el haber tomado consciencia de que soy el más veterano a bordo y de que tal vez no me quede mucho tiempo de serlo… De que embarcamos para una campaña «larga» (casi treinta días navegando, contando los tránsitos), que proporcionará muchas historias que contar… De que necesito perder de vista tierra firme, aunque eso signifique volver a abrir el arcón de las despedidas, para encontrarme con horizontes añorados… De que…

De que lo más bello es navegar,  sea en la mar que sea,  por más que en algún momento produzca vértigo.